19 de agosto de 2010

La mala educación en Chile: conclusiones del debate.

El 27 de julio, Otra Distancia organizó su segundo debate, acerca de las desigualdades de educación en Chile. Nuevamente felicitamos a los expositores Rodrigo Torres y Guillermo Montt por la calidad de sus presentaciones, pero esta vez el público se merece una mención especial por lo interesante y animada que estuvo la discusión. Gracias a todos.

Podrán encontrar el detalle de las exposiciones en las columnas publicadas por los propios autores, por lo que a continuación nos limitaremos a destacar los puntos y preguntas clave.

Rodrigo Torres: Liberalismo de enseñanza sin garantías de calidad de educación.

Rodrigo es Doctorante en Ciencia Política en la Universidad Paris 1, Centre de Recherches Politiques de la Sorbonne y está haciendo su tesis acerca del movimiento de los Pingüinos, que desencadenó una serie de protestas y reformas al comienzo del gobierno de Michelle Bachelet. Desde esta perspectiva, nos expuso las principales causas del malestar social generado por la desigualdad educativa en Chile.

En primer lugar, hay que considerar que el referencial o cuadro cognitivo de las políticas de educación es esencialmente neoliberal, instaurado durante la dictadura y mantenido durante los gobiernos de la concertación. Dos aspectos, instaurados en la constitución de 1980, son fundamentales:
1. La “libertad de enseñanza” otorga a cualquier particular con 4° medio el derecho de crear un liceo o colegio, pero no garantiza la calidad de la educación. Se considera que ésta será fruto de la libre competencia, en contra de toda la evidencia histórica e internacional.
2. La municipalización de la educación, parte de la política de desmantelamiento del estado, dejó este servicio público fundamental a cargo de gobiernos locales que en su gran mayoría no tienen los equipos humanos ni los recursos para dar esta prestación. Aunque el estado asigna recursos por este ítem, la municipalidad puede gastarlos según su libre arbitrio, por ejemplo en un estadio. 
La LOCE, promulgada en el último día del mando de Pinochet, consolidó esta situación.

La concertación habría aceptado tácitamente este referencial, realizando correcciones marginales que han permitido extender la cobertura y horarios, pero fracasando a la hora de asegurar la calidad educativa. Pese al revuelo generado por los pingüinos y a las promesas del gobierno, la decisión final recayó en manos de actores institucionales, lo que trabó burocráticamente el proceso. La Ley General de la Educación tampoco introdujo cambios de fondo.

Y el porvenir no se ve luminoso, tras el terremoto los esfuerzos del ministerio de educación lógicamente se han concentrado en la reconstrucción, lo que aleja las necesarias mejoras cualitativas. Las declaraciones contradictorias de Sebastián Piñera sólo refuerzan el escepticismo:
¿Se puede mejorar la calidad de la educación sin tocar la libertad (liberalismo) de la enseñanza?
¿Es posible concentrar los recursos en liceos de excelencia sin aumentar las brechas de educación?
Estas paradojas hacen temer que seguiremos en el camino trazado hacia un appartheid educacional. ¿O estaremos subestimando su contenido oximorónico - metafórico?


Guillermo Montt: ¿Qué puede hacer y qué esperamos del colegio?

Guillermo es Doctorante en Sociología de la Educación en la Universidad de Notre Dame,   EE.UU. y consultor de la OCDE, donde trabaja actualmente en la evaluación internacional de sistemas educativos. Con un estilo directo e imparcial respondió algunas preguntas centrales y, en buen consejero, dejó abierta la más importante.

¿Chile es el malo de la película en cuanto a desigualdad educativa?
Es uno de los malos pero no el peor y depende si se compara con la OCDE o con Latinoamérica. Lo que es claro es que hay mucho que hacer al respecto. Al contrario de la percepción general, la educación pública puede ser excelente y aún mejor que la privada, como se ve en muchos países que apoyan este sector con políticas fuertes y redistributivas.

¿Son los colegios los grandes culpables de la desigualdad cognitiva?
No, el factor principal es el estímulo que el niño recibe en el hogar, lo que está fuertemente determinado por el nivel socioeconómico. Las brechas de nivel cognitivo ya son enormes en kinder y se acrecientan en verano, el colegio no las refuerza sino que las mantiene. En consecuencia, las medidas que se aplican fuera del colegio pueden ser más efectivas para reducir las diferencias educacionales. 

¿Entonces, el colegio puede hacer algo para reducir esta brecha?
Sí, pero no es fácil. Por ejemplo en Japón y Taiwán los recursos se concentran en reducir activamente las diferencias hasta cuarto básico, asignando a los mejores profesores en programas intensivos para nivelar a los alumnos más atrasados, lo que establece un piso más igualitario para el resto de la vida escolar y universitaria. En el fondo, para contrarrestar la brecha cognitiva  a través del colegio se debe entender a la educación como una política explícitamente redistributiva. Para ello se necesita una fuerte voluntad política, que parece no existir en Chile.

¿Qué esperamos del colegio?
Es la pregunta fundamental, que determinará si nos encaminamos a un appartheid educacional o a un sistema más justo y redistributivo. Pero es la pregunta que no se hace en Chile y una de las grandes oportunidades perdidas por el movimiento de los pingüinos. ¿Estamos dispuestos a cambiar de referencial educativo?


Debate: ¿Qué escogemos: igualdad de oportunidades o libertad de mercado?

En los países en que el sistema educativo funciona bien, los profesores gozan de una gran estima social y de buenos sueldos, particularmente los que trabajan con alumnos menos favorecidos, cognitiva y económicamente. Estos son factores esenciales para tener educadores de calidad y motivados. En Chile es urgente mejorar los incentivos, mecanismos de selección y la formación de los educadores. Existe el precedente de las Escuela Normales de Profesores, prestigiosas instituciones que impartían una excelente formación para la docencia, funcionando desde 1842 y disueltas en el primer año de la dictadura. También existe un ejemplo reciente de mejoras sustanciales en el escalafón de sueldos de funcionarios públicos, en el caso del Ministerio de Justicia. ¿Por qué no hacerlo también en educación y así atraer a buenos alumnos a la carrera de pedagogía, premiando y no penalizando a aquellos que trabajen en el sector público? Si bien es cierto que el nivel de influencia político del colegio de abogados es muy superior al de profesores, la importancia de la educación debería anteponerse al juego de poderes.

Desgraciadamente en Chile, calidad educativa y sector público son opuestos. El quintil más alto de ingresos no está representado en el sector público y sólo un 7% del más bajo accede al privado. El nivel comunal claramente no es el adecuado para administrar la educación, porque existen fuertes desigualdades de capacidad de gestión de los municipios. El sistema educativo debería reorganizarse a un nivel superior, por ejemplo regional, con más capacidad redistributiva, recursos y equipo humano suficientes como para mejorar la eficiencia y equidad de este servicio público. 

Las elites son necesarias para dirigir y desarrollar un país, el problema es cuando sólo se puede acceder a ellas por herencia y no por mérito. Y aunque haya buenos profesores, las expectativas del alumno son fundamentales, ¿para qué esforzarte si sabes que no vas a llegar lejos? La nivelación pre- y extraescolar es clave, los niños de menos de un año ya presentan diferencias sicomotoras enormes según el nivel socioeconómico. ¿Quién enseña a los padres a educar? 

Finalmente el problema recae una vez más en la fe ciega con que se sigue la doctrina económica liberal aún en los ámbitos en que ésta ha demostrado ser inadecuada. En un grupo de regiones españolas se ensayó la liberalización de la educación y gracias a que existía la comparación con el resto del territorio se comprobó el rotundo fracaso de esta medida, la que se revirtió rápidamente. Aunque la teoría de regulación por el mercado parece elegante y atractiva, se basa en la suposición excesivamente simplificadote de que todos los factores no considerados, generalmente la mayor parte de la realidad, están en igualdad de condiciones. Claramente no es el caso y entramos en un círculo vicioso en que las desigualdades monetarias, sociales, culturales, educativas, de salud, etc., se refuerzan mutuamente y se alejan del supuesto equilibrio por competencia. Así la educación, lejos de ser un crisol republicano y fuente de oportunidades, se transforma en uno de los sectores donde la auto-segregación es más fuerte. Lo insólito es que no existen argumentos objetivos para explicar la obstinación por mantener este modelo liberal de educación, evidenciando que el principal obstáculo a su reforma es meramente ideológico.

¿Cómo podemos escapar a esta fatalidad?
Nadie está seguro, pero lo que se está haciendo no sirve. Parece necesario comenzar por abandonar la fe ciega en el liberalismo, al menos en sectores claves de servicio público. Para administrar el sistema educativo habría que crear instituciones competentes y con capacidad de redistribución territorial ¿a nivel regional? También desarrollar incentivos de prestigio social y mejorar los sueldos de los profesores. Sin olvidar atacar simultáneamente otros factores de desigualdad y sobre todo definir qué esperamos del colegio. Nosotros creemos que la educación debería ser un sector explícitamente redistributivo, capaz de concentrar sus recursos en los menos favorecidos al menos en las etapas tempranas del aprendizaje.


Equipo Otra Distancia.


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