12 de marzo de 2012

El sentido solidario del Estado de Bienestar Francés

Saliou yendo al dentista

Ayer llegó a mi departamento una carta de la Union de Recouvrement de la Sécurité Sociale et des Allocations Familiales, más conocida en Francia como la USSAF. En ella decía que debía pagar una importante cotización correspondiente al cuarto trimestre del año pasado. No entendiendo bien de qué trataba este “asalto público”, llamé rápidamente a la institución para tener más información al respecto. A través del clásico trato “amable” de un burócrata- parisino frente a un extranjero, me enteré de que el cobro se debía a mi incorporación al Sistema de Protección Social (más específicamente al seguro de salud CMU de base), cuyo monto fue determinado según mis ingresos. Enrabiada por lo que significaría este gasto para el presupuesto de una becaria, hice el cheque; sin embargo, no tuve las fuerzas para enviarlo por correo.

Ya con las emociones más “enfriadas”, me levanté esta mañana a cumplir una de las responsabilidades que me corresponden como voluntaria de la organización France Terre d’Asile (FTDA). Esta es una asociación fundada en 1971, independiente, laica y que depende de recursos estatales. La organización tiene como principal objetivo “mantener y  desarrollar una de sus más antiguas tradiciones francesas, la del asilo.” Ella busca proporcionar a ayuda tanto a los que tienen estatutos de “refugiados” o “expatriados”,  como aquellos que todavía no logran este estatuto legal. “Cual sea su raza, su religión, su nacionalidad, su pertenencia a un grupo social, sus opiniones políticas, toda persona que reclama la protección de la Convención de Ginebra debe poder ser beneficiada de una acogida en nuestro país y puede pedir ayuda a nuestra asociación”(1), es uno de los principios de FTDA. Dentro de las líneas de acción se encuentran el acompañamiento administrativo jurídico de los demandantes de asilo, la integración de los migrantes y la acogida de  menores que llegan solos a Francia.

Respecto al último eje de acción, la organización intenta apoyar a los 6000 jóvenes extranjeros, menores de 18 años, que se encuentran en Francia sin la compañía de un adulto. La mayoría proviene de países que se encuentran en guerra o que tienen una muy mala situación económica, entre los principales se encuentran Afganistán, Iraq, Somalía y República Democratica del Congo. FTDA, con la ayuda de otras asociaciones, brinda al joven hospedaje, alimentación, cursos de nivelación (de francés y matemáticas) antes de entrar al sistema escolar francés,  costos del día a día (como, por ejemplo, transporte o actividades recreativas) y la posibilidad de inscribirse a la seguridad social.

Es en este último programa en el que se encuentra inscrito Saliou, un niño de 16 años proveniente de Guinea, a quien estuve a cargo de ir a buscar a la casa central de FTDA para llevarlo al dentista. Saliou tenía que hacer frente a la enfermedad de sus dientes, que acarreaba desde su nacimiento (la cual era bastante evidente, al mirar sus dientes amarillos y quebrados). Debía llevarlo al Hospital Pitié Salpêtrière, ubicado en el XIII arrondisement de París. Apenas entramos, ambos quedamos impresionados por la belleza del espacio donde se encontraba su consulta dentaria. Se trataba de un conjunto de edificios médicos, todos de baja altura, antiguos pero muy bien tenidos, con muros de piedra, rodeados de jardines con esculturas y banquitos para sentarse. Al entrar al edificio donde iba a ser atendido, un funcionario que aparentaba también ser de origen africano,  nos llamó amablemente a su rincón de recepción para indicarnos la máquina donde debíamos sacar el “ticket” con el número de turno para ser atendido. Antes de darles las gracias, Saliou se despide diciéndole el nombre de la tribu a la cual el recepcionista formaba parte. El caballero se ríe y le pregunta, “¿cómo supiste”?; el niño le responde, “por las marcas que llevas en tus cachetes”.

Pasamos a sentarnos. Y en solo aproximadamente 10 minutos de espera (que se nos pasó “volando” hablando de religión, particularmente a la cual él pertenecía, la musulmana), el doctor llega para invitarlo a pasar a su consulta.

Satisfecha de haber cumplido mi misión y contenta por el encuentro con Saliou, tomo el metro para volver a mi casa.  Antes de llegar a mi calle, me detengo al frente del buzón y deposito con gusto el sobre con el cheque para el pago de mis contribuciones. Solo era cuestión de horas para comprender el verdadero sentido solidario de un Estado de Bienestar Social.

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Notas:
(1) Traducción propia. Sitio web FTDA.




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