8 de agosto de 2012

Frente al “destape” (Primera parte)


Por Consuelo Biskupovic

Doctorante en Antropología en la Ecoles des Hautes Etudes en Sciences Sociales y Universidad de Chile

1. La opinión como participación


Leyendo las noticias me encuentro con reacciones eclécticas frente a los eventos que ocurren en Chile. Que la tortura “está en el ADN de los chilenos”, que “Todos somos Zamudio,” que “Todos somos Aysén,” que “Aysén también es Chile,” o un conmovedor “Perdón Daniel Zamudio por este país a medias,” como se leía en una carta dejada anónimamente en la Posta Central que varios medios reprodujeron. Me empeciné en leer los comentarios de cada noticia, buscando encontrar una respuesta a por qué ciertas cosas nos conmueven tanto y tantas otras nos dejan indiferentes.
Lo cierto es que hoy pareciera que nadie quiere “quedarse callado”. Emplazar, criticar, tomar posición: estas acciones han estado creando una nueva opinión pública en Chile. Esta afecta, como antes difícilmente lo hacía, el curso de los procesos. Si Piñera hoy ha llegado a tan bajo porcentaje de apoyo, es sin duda debido a las opiniones que circulan, a las risotadas que provocan las “piñericosas”, las entrevistas punzantes de más de algún periodista, y el “destape” de condoros gracias a distintos medios.

2. Construyendo puntos comunes


A juzgar por estos últimos eventos, hay una denuncia de situaciones que nos parecen injustas que es nueva: hoy, lo que por mucho tiempo se había vuelto aceptable, se vuelve inaceptable. Y por que también podemos decir lo que nos parece injusto, y denunciarlo – ahora tenemos las herramientas/medios a nuestro alcance – es que más situaciones pasan al ámbito de la polémica. La construcción democrática necesita de este proceso: la capacidad de contestación de los ciudadanos. Por ahora, me parece que lo que nos conmueve es, por un lado, aquello que podemos contestar y, por otro, aquello que está en la lista prioritaria de injusticias: el asesinato de alguien, la dominación de los grupos de poder, el enriquecimiento constante de unos y el empobrecimiento de otros, las decisiones que no incluyen a la ciudadanía, el actuar político como si no hubieran habitantes en el país…
La pregunta que surge es cómo, es decir, no el por qué la opinión pública hoy logra destronar figuras, o influir procesos, leyes, y acontecimientos, que habían permanecidos intocables hasta ahora. Más bien me interesa entender cómo cosas que antes eran marginales en la opinión pública—las movilizaciones, la defensa de derechos, las reivindicaciones de los ciudadanos—empiezan a tener un lugar cada vez más importante. Que Camila Vallejo haya atravesado el planeta no se explica sólo por su carisma, o su belleza, como sostienen los menos avispados. Se trata de todo un contexto de destape que ha puesto a Chile a discutir sobre Chile, y no sólo dentro sino también fuera del país.
En este momento de ebullición, debemos considerar un análisis serio de lo que está sucediendo. Ante las piñericosas (me refiero a la torpeza en sí y a la burla que ésta desata), la risa no basta, ya que transforma algo serio e importante en un asunto de diversión y pasajero. Iván Fuentes nos demostró que para seguir desarrollando la participación de todos los ciudadanos—no sólo de los expertos, o de las élites— es necesario construir arenas de análisis y de contestación que ojalá se multipliquen a distintas escalas.
Las movilizaciones han sido determinantes por el grado de participación/adhesión/empatía que la ciudadanía ha mostrado en relación a ellas. Esto demuestra que existe un punto común: el cuestionamiento a un sistema a partir de un espacio propio de contestación. A medida que la gente ha decidido “tomar la palabra”, las opiniones han ido convergiendo en torno a la lucha contra el lucro, las reivindicación por una justicia ambiental/territorial, la contestación al Binominal, los derechos de los indígenas… Más allá de cómo se exprese, el compromiso que han mostrado en estos últimos dos años los ciudadanos en Chile da cuenta de un proceso retroalimentado: más controversias a medida que más tienen que decir los ciudadanos, y vice-versa.

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