29 de agosto de 2012

Frente al "destape" (Segunda parte)


Por Consuelo Biskupovic

Doctorante en Antropología en la Ecoles des Hautes Etudes en Sciences Sociales y Universidad de Chile

3- Entre predecir e investigar


Pareciera que ya nada es marginal a la opinión pública. Lo vimos recién con Freirina, y tantos otros casos. Creo fundamental hoy no perder esta oportunidad de poder analizar, describir e intentar entender lo que está ocurriendo, lo mejor posible. Frente a Mayo del 68, el filósofo Michel de Certeau dijo que el evento se aleja de la norma esperada, y por lo tanto no puede seguir siendo integrado en sistemas de análisis ya elaborados.
Es importante por ello que tengamos nuestras herramientas intelectuales propias. Los estudiantes lo están haciendo, integrando nuevos modos para mostrar su denuncia (además de los cacerolazos – que reenvían ciertamente a la Dictadura –, ver por ejemplo el flashmob de Thriller el año pasado).
Es natural que aún no tengamos lista esta caja de herramientas, pues la “novedad nos queda opaca”. Por eso no sirven los “Yo se los había dicho”, “esto pasaría”, “esto va a pasar”, “esto es lo que está pasando”…. de sociólogos o cientistas políticos en pantalla.
El año pasado, un periodista le preguntaba a un sociólogo “qué está pasando”, como si el sociólogo fuera una suerte de oráculo, un adivino, un pronosticador. El problema radica en que se ha puesto en pantalla la figura del “sociólogo de los indicadores”, el “sociólogo de la solución”, el de los “términos generales”. Aquel que tiene la verdad absoluta sobre lo que se debe hacer.
Brevemente, mostraré algunos momentos que en este caso permiten ver por qué estas maneras de analizar/dialogar/intervenir pueden ser peligrosas, y aún más, erradas.
Primero, el “especialista” en cuestión no se presenta como aquél que investiga algo, sino como el que sabe – ya, de antemano – algo. No nos presenta su búsqueda, sino un resultado. Segundo, el rol del sociólogo o cientista político en la esfera pública nacional ha sido fundamentalmente decir “debemos hacer” tal cosa, “esto es bueno y esto es malo”. Para seguir con nuestro ejemplo, el sociólogo le decía al periodista en la misma entrevista, “¿Y por qué se está anclando el malestar social en más fenómenos hoy en día?” Respuesta: “Probablemente por que este Gobierno no sabe llevar a cabo eso…Porque este gobierno hace algo mal donde la Concertación lo hacía bien (…)”.

Si creamos análisis de este modo, le estamos imponiendo conclusiones a la realidad en base a evaluaciones no comprobadas o poco exhaustivas, y por lo mismo, poco responsables. Además que se presta para comprensiones tendenciosas – independiente de la posición política del analista en cuestión – de lo que se está describiendo (“la Concertación lo hizo bien, en este punto, y Piñera lo hace mal”). Son análisis complicados de justificar, que más se asimilan a opiniones (o gustos políticos) personales que otra cosa.
Por ejemplo, si lo hiciéramos de la siguiente manera: vamos al terreno durante varios meses o años, elaboramos proyectos de investigación, vemos cómo podemos estudiarlos y empezamos a entender de qué estamos hablando cuando decimos Gobierno, o ciudadanos, o movilizaciones. Describimos, observamos, averiguamos, nos “metemos en” y asumimos responsabilidades (las consecuencias que tendrá lo que diremos).
La investigación cualitativa profunda es un proceso iterativo, no se basa en una verdad, en una realidad ni menos en una solución. Se recogen datos en diferentes procesos a lo largo del tiempo, que se van probando …Comenzamos asumiendo que no sabemos casi nada y ¡eso es lo interesante! (Cf. La defensa de la investigación cualitativa de Howard S. Becker, « How to Find Out How to Do Qualitative Research »).
El investigador “de terreno” podrá dar cuenta entonces de sus conocimientos de la realidad “desde abajo” y/o “desde arriba”, dejando de lado las opiniones a partir de indicadores generales del país.
El sociólogo en cuestión decía, respecto a las movilizaciones estudiantiles, que movimientos así estallan cada cierto tiempo, necesitando anclarse en algún “fenómeno que movilice a la gente”. Esta idea me parece grave. Grave, porque le quita mérito el movimiento en su particularidad, en la contestación específica que ha hecho a los estudiantes movilizarse, y a los actores mismos que lo han llevado a cabo. Segundo, me parece que el foco de análisis tiene que ser justamente el opuesto, no es el fenómeno el que moviliza a la gente, sino la gente – entre otras cosas – que crea el fenómeno, movilizándose. Por eso creo que el foco todavía está lejos del meollo. Ojalá seamos muchos más siguiendo el proyecto de intentar entender qué está pasando, y no nos apuremos en dar respuestas pre-hechas, o sacarlas de lo que pasó hace años. Es hora que encontremos esas herramientas. Por ahora sigo pensando en el « If men define situations as real, they are real in their consequences » (Si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias) de William Isaac Thomas, porque pienso que los actores que han creado estos procesos están involucrados emocional y afectivamente, han implicado capacidades colectivas e individuales, y están obteniendo resultados de sus acciones.

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