17 de junio de 2010

Cómo la concertación perdió por jugar con cartas marcadas por la derecha.

Ha ocurrido lo que algunos temían y otros soñaban. Piñera ha ganado las elecciones. Por primera vez en la historia de Chile desde el retorno de la democracia el candidato de la derecha obtiene la votación relativa más alta en una primera ronda electoral pasando en condición privilegiada al balotaje para ganarlo. ¿Cómo es esto  posible? La Concertación de Partidos por la Democracia, la coalición política más exitosa del último siglo, por sobre el Frente Popular y los gobiernos liderado por los radicales, se hunde. La misma coalición que logró triplicar el ingreso per cápita de los chilenos, disminuir la pobreza de alrededor del 50 % al 18% de sus habitantes, mejorar la posición de la mujer, desarrollar los derechos civiles y políticos, hacer de Chile el país con mayor índice de desarrollo humano entre los países de Latinoamérica según  el PNUD, validar universalmente la importancia moral de los derechos humanos, etc. ¿Cómo ha ocurrido esto?

En el texto de la Ciencia de la Lógica, Hegel identifica  la historia como una forma  de dialéctica negativa donde toda afirmación (A) se transforma en el tiempo en su negación (-A) y  de ello surge una nueva forma afirmación (B). La Concertación en un momento  logro constituirse como la afirmación, la respuesta y la alternativa frente a todas las desventuras históricas de nuestro país: el autoritarismo, la sociedad de privilegios, la miseria, la exclusión. Sin embargo, lenta y silenciosamente empezaron los episodios de indemnizaciones privilegiadas para los ejecutivos de las empresas del Estado, sobresueldos, programas de políticas públicas que no lograban llegar a los más desfavorecidos (Transantiago), cuoteos políticos donde los mejores no estaban en los mejores cargos, incompetencia, inmovilismo, clientelismo político, colusión de la vida pública y privada donde personas ocupando puestos de alta dirección pública pasaban a ocupar altos puestos en directorios de empresas privadas con sospechosos conflictos de intereses, oportunismo político, etc. Progresivamente la Concertación comenzó a transformarse en un monopolio de intereses corporativos donde el aparato burocrático del Estado era utilizado como caja pagadora para defender intereses particulares o privados bien precisos al interior de la Concertación.  La falta de democracia interna dentro de los partidos políticos unido al sistema binominal generaba una mezcla explosiva donde la dictadura de los partidos amenaza la democracia y el poder de los electores. La facticidad del poder en cualquiera de sus formas, ya no sólo económica, religiosa, sino también en las formas de cuadros al interior de partidos, clientelismo, lealtades mal comprendidas, comenzaron a amenazar la democracia ya no sólo desde la derecha sino desde la izquierda. Al identificar los partidos políticos a un grupo de dirigentes y sus intereses, la Concertación cometió el pecado original definido por la antropología de Arnold Gehlen. Cual es este pecado? Este es haber afectado la legitimidad misma de los partidos políticos al identificar dichas instituciones a los intereses concretos de un grupo de dirigentes. La esencia de las instituciones para Gehlen es precisamente trascender a las personas. Por último, la Concertación se alejó progresivamente de la población objetiva a la que estaba llamada a representar, a la que debía relacionarse de la manera más natural y de la cual se podía nutrir. Este sector corresponde a una parte mayoritaria de las organizaciones de la sociedad civil y a los sindicatos. Esto último parece inexplicable para una coalición que estaba llamada en sus orígenes a defender los derechos de los trabajadores. De este modo, la Concertación comenzó a transformarse en la negación de ella misma y de lo que ella combatía. Es posible que tu navegador no permita visualizar esta imagen.  

Pero hilemos más fino: ¿Cuál es el discurso ideológico de la Concertación? ¿A qué se refiere Lagos cuando remarca la importancia del consenso de Washington?  ¿Qué es la tercera vía de Anthony Giddens y el pretendido social liberalismo de Tony Blair? No hay que engañarse. Secretamente, al igual que en los “Hermanos Karamazov” de Dostoyevsky, donde en el capítulo noveno el personaje Smerdiakov invoca los peligros de un mundo sin Dios donde los dos extremos del bien y del mal terminan por identificarse, un sólo modelo después de la caída del muro de Berlín se impuso: un inédito modelo liberal. Modelo que comprende al hombre atomizado que confía en un individualismo ético el progreso y que deja a la deliberación pública, al Estado y a la política un lugar secundario. El Estado, principio de racionalidad moral gracias a la legitimación de la democracia, queda reducido a un gendarme donde el principio del bienestar individual  es el punto de partida a cualquier  tipo de consideración sobre el bienestar general. La Concertación durante todos estos años, en su esencia, no ha hecho nada más que expandir en casi todas sus posibilidades este pensamiento. Sin embargo,  a todo pensamiento le queda mal no decir las cosas por su nombre. Este pensamiento es, en toda su extensión, de principio a fin y en todos sus fundamentos, un pensamiento de derecha. La Concertación ha perdido antes de empezar a jugar la partida: al reivindicar tácitamente la herencia de Pinochet se ha dedicado a administrar y perfeccionar un modelo político de derecha. ¿Es que alguien tiene alguna duda de esto? Sino por favor que me señale cuánto ha disminuido la desigualdad en Chile, en qué medida se ha fortalecido la solidaridad o la fraternidad entre los ciudadanos o como se ha fortalecido la democracia participativa en la sociedad chilena. Salvo honrosas excepciones, de los grandes valores republicanos: libertad, igualdad y fraternidad, la Concertación se ha concentrado casi exclusivamente en la libertad. Como dice Hegel en el prefacio de la “Fenomenología del espíritu”, las genuinas tragedias no son el conflicto entre dos alternativas, sino entre dos alternativas que  no constituyen ninguna de las dos una alternativa.         

Piñera ha ganado las elecciones. Este hombre de negocios, hiperactivo y oportunista, de discutible capacidad reflexiva, figura mediática  de reprochable estatura moral ha triunfado. El anuncio sombrío de su victoria no debe acongojarnos pues el hombre de acción está dominado sin saberlo por el hombre del pensamiento. Donde crece el peligro crece también la esperanza. La Concertación debió ser derrotada COMPLETAMENTE  para que se cumpla la fatalidad dialéctica que señala Hegel. De su negación surgirá una nueva forma de afirmación. Un nuevo horizonte de posibilidad para Chile y sus habitantes. Sólo entonces se podrán purgar sus confusiones, interiorizar su misión, fortalecer su espíritu, templar el alma para el camino olvidado. Tarde o temprano aquel anhelo que está en potencia en el corazón de los hombres vendrá a la existencia. De alguna manera comienza ya a escribirse el futuro en la semilla de la derrota. Nuevos hombres para nuevas tareas que reivindiquen la importancia de lo público para la existencia de lo privado, donde el hombre no se comprenda separado de otro hombre, y donde no se piense por separado lo que siempre estuvo y debe estar unido. Terminar con el culto al egoísmo y cambiar el discurso moral que pretende comprender al hombre como enemigo del hombre o de la naturaleza. Este es el momento que muchos secretamente estaban esperando y para los cuales la honestidad y generosidad de sus corazones los inhibía de participar de aquello que puede ser una forma de grandeza espiritual: la política.

“¡Caballeros! Nuestra época es una época de nacimiento y un período de transición. El espíritu del hombre  ha roto con el viejo orden de las cosas y con formas agotadas de pensar, y es este pensamiento  que debe llevarlo en la profundidad de todo aquello que es pasado para sentar las bases de su propia futura transformación”. Hegel.

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1 comentario:

  1. Estimado Sr. Balbontin,
    Leo con cierto asombro su sesgada vision sobre la politica y la sociedad chilena, donde todo lo bueno, al parecer, se gesto cuando la izquierda siguio sus ideales y donde los fantasmas aparecieron, como no, cuando ésta giro el timon hacia la derecha.
    Si no hubiese vivido en este mundo, creeria (a tenor de su articulo) que las reformas liberales llevadas a cabo en Chile hace decadas y que tan buen resultado ofrecieron se debieron, claro esta, a la solidaridad de los partidos de izquierdas. A uno no deja de hacerle gracia el leer a aquellos que, por un lado critican el individualismo salvaje (no se olvide del termino "salvaje", por favor) abogando por un mayor control estatal (que disponga, que reparta, claro esta) y por otro, se acuerdan de la madre que pario a los gestores estatales cuando estos despilfarran de una manera tan desigualitaria, ascienden a los amigos ineptos o deciden en virtud de su gloria (dedocracia), haciendo que cualquier sistema que dé libertad a los individuos sea infinitamente mas justo y mas equitativo, si por esto entendemos la igualdad de oportunidades, problema endemico de Latinoamerica. Pero claro, aquellos que solo son capaces de calificar como "sombria" la victoria democratica del archirival jamas seran capaces de reconocer que el individualismo (no etico sino egoista) lleva a asignaciones mucho mas eticas y menos egoistas que los sistemas "solidarios". Chile es el mejor ejemplo de Latinoamérica. El desarrollo de la libertad permite, a largo plazo, soñar con horizontes mas igualitarios. Cuando se busca la igualdad, uno se queda sin igualdad ni libertad.
    Por cierto que como supongo sabra usted, el liberalismo no es de izquierdas ni de derechas. Si bien suele asociarse equivocadamente a la derecha, sus fundamentos teoricos (libertad de religion, etc...) tenian un mayor sesgo izquierdista. En todo caso menor que el suyo.
    Un saludo, y le invito a que en proximos articulos nos cite a alguien diferente de Hegel, pues éste ya quedo muy visto.

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