11 de agosto de 2010

Teoría de la conspiración 2.0: desregulación económica y ruina colectiva.

Gracias a la “Doctrina del Shock” de Naomi Klein (www.naomiklein.org) y a documentales como “Farenheit 9/11” (www.fahrenheit911.com) de Michael Moore, los conspiracionistas, que sostienen que el destino del planeta es regido por una coalición maligna del más alto nivel, gozan hoy de una credibilidad un poco superior a la de los cazadores de OVNIs. Por lo menos ya parece evidente que la optimización de la rentabilidad de los grandes capitales suele ser contradictoria con el bienestar de la población y que esta divergencia puede llegar al extremo de desatar guerras con fines de lucro, como en Irak. Pero ya no tenemos un gran villano, antes representado por la KGB, la CIA aconsejada por la insuperable sapiencia financiera de Milton Friedmann o, en último recurso, por un alienígena. Aunque tal vez la realidad sea aún más siniestra y en una era de conductas colectivas emergentes ya no haga falta una inteligencia diabólica para conducirnos al abismo. Especulemos…

Necesitaríamos un mecanismo financiero, por ejemplo la venta al descubierto. Éste consiste en vender un paquete de acciones que no poseemos, recibir el dinero de inmediato y comprometerse a entregarlas días más tarde. Si la fortuna nos favorece, las compañías en cuestión atravesarán graves dificultades y podremos comprar sus acciones a una fracción del valor que nos han pagado, para traspasarlas en el plazo convenido. Algunos conspiracionistas afirman que Osama Bin Laden ha financiado sus años de fuga en Afganistán gracias a operaciones de este tipo, realizadas con títulos de compañías de seguros días antes del atentado a las torres gemelas. Un ejemplo mucho mejor documentado es la rentabilidad de 435% en los primeros nueve meses de 2007 obtenida por Paulson & Co., un fondo de inversiones de 24 mil millones de dólares, gracias a posiciones cortas en valores respaldados por préstamos hipotecarios de alto riesgo (www.marketwatch.com). Los instrumentos de venta corta aumentan de precio cuando los valores en que están basadas caen, en este caso eran las casas de miles de familias norteamericanas que quedaron en la calle. Y a comienzos de 2010, la especulación masiva con la deuda de Grecia estuvo a punto de provocar la quiebra del país, obligando a la intervención de la Unión Europea. España era el siguiente en la mira.

El punto es que hoy en día se puede amasar una fortuna aprovechando o atizando la ruina colectiva, sólo hay que saber cuándo ocurrirá una crisis. En otras palabras, es más fácil enriquecerse con la destrucción masiva de empleos y bienestar que haciendo inversiones que promuevan el desarrollo económico sostenible.

De aquí a la “conspiración” espontánea sólo hay un paso. Llevando la especulación al límite de lo razonable, lo más conveniente para la rentabilidad egoísta sería un estado de crisis permanente, cosa que podría ocurrir como resultado del calentamiento global, con hambrunas y guerras por recursos naturales más y más escasos. Como dice una frase popular entre los traders, “good for business, bad for people”. En ningún caso quiero sugerir que estemos ante una confabulación consciente para destruir el planeta, sólo observo que, en un contexto globalizado de desregulación bursátil, corremos el riesgo de que millones de inversionistas apuesten individualmente por estrategias que pongan en jaque el bienestar de las próximas generaciones.

Ya ni siquiera hace falta un gran villano, basta con que la “mano invisible”, mecanismo propuesto por Adam Smith y considerado como el mejor regulador del libre mercado, tenga incentivos para actuar en total divergencia con el interés colectivo.

Presentado así, a un nivel global y abstracto, este argumento parece un gran delirio paranoico, pero analicemos con esto en mente algunos ejemplos recientes en Chile. Como lo demuestra la última encuesta CASEN (www.mideplan.cl/casen/), entre 2006 y 2009 (por lo tanto sin considerar aún los efectos del terremoto) 350.000 chilenos entraron a la línea de la pobreza y 120.000 cayeron en la indigencia. Parece sorprendente que esto haya ocurrido bajo el mando de una presidente socialista y en un período donde el gasto social aumentó considerablemente, pero este retroceso se explica principalmente por la destrucción de empleos debida a la crisis económica global, originada a su vez por la inestabilidad crónica del sistema financiero mundial. A propósito de estas cifras, Sebastián Piñera declaró que bastaría con un 1% del PIB nacional para solucionar el problema de la pobreza en Chile. ¿Entonces qué estamos esperando? ¿Hasta cuándo seguimos creyendo que el crecimiento a través de la desregulación es la única solución a este flagelo?

Otro ejemplo es la inmoral desigualdad de la educación chilena, como consecuencia de tres décadas de abandono estatal y de desregulación del sector, lo que por cierto lo ha transformado en una excelente oportunidad de negocios. Cualquier empresario puede crear un colegio, lo que se justifica en la suposición, a estas alturas evidentemente equivocada, de que la libre competencia mejoraría eventualmente la calidad del servicio. Actualmente Chile es el país de la OCDE (link al informe) con la más fuerte correlación entre nivel socioeconómico y desempeño académico. Una consecuencia cotidiana de esto es que el nivel de comprensión de lectura es tan bajo que 3 de cada 4 chilenos adultos son incapaces de seguir las instrucciones de preparación en una caja de puré.

El factor común de estos y otros casos (aunque no tengo espacio para desarrollarlos no puedo dejar de mencionar el desastre de la desregulación del transporte público durante la dictadura), es el metódico desmantelamiento de la capacidad de acción del estado en sectores fundamentales para el bienestar social. Siguiendo el credo neoliberal de que el único regulador eficiente es el mercado, se ha logrado un importante crecimiento económico, pero a costa de acrecentar las desigualdades y la vulnerabilidad a la pobreza.

Insisto en este aspecto porque se está agravando en vez de resolverse. El crecimiento económico sólo es garantía de creación de empleo (y por lo tanto de bienestar general) cuando existe un vínculo, territorial y productivo, indisoluble entre ambos. Y el actual contexto de desregulación global tiende precisamente a disociarlos. En el siglo XX la fortuna del patrón dependía del trabajo de sus obreros, lo que exigía una relación no necesariamente justa pero al menos relativamente estable entre ambos. Al comenzar el tercer milenio los capitales circulan especulando o buscando la mano de obra más barata, aunque esté en las antípodas chinas. Esto precariza el empleo y aumenta el riesgo de pobreza en períodos de crisis, como ha sido demostrado por la encuesta CASEN. Si se desperdicia además el capital humano a futuro, educando mal a la mayor parte de un país, podemos empezar a creer que, por una razón u otra, estamos marchando al abismo como un obediente rebaño.

Resulta increíble ver cómo en Chile existe todavía un rechazo visceral y automático al fortalecimiento de la capacidad del estado para asegurar el desarrollo de una sociedad justa y equitativa. Mientras tanto, en el resto del mundo desarrollado (del cual ya nos sentimos parte) éste ha vuelto a ser un objetivo político de primera importancia, partiendo por las reformas del sistema norteamericano de salud y por los intentos internacionales de regulación del sector financiero.

Si la democracia tiene algún sentido es precisamente el de hacer emerger una voluntad colectiva para enfrentar la injusticia y la miseria. Libertad no es cerrar los ojos y dejarse llevar por una “mano invisible” a dónde no queremos ir.

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2 comentarios:

  1. Francisco11/8/10, 7:18

    Muy buena columna. Estoy de acuerdo con la mayoría de los planteamientos y, por lo tanto, también me asusta el irresistible atracción del sistema financiero global hacia un despeñadero colectivo. Respecto a la eterna disquisición del rol del estado, creo que hay que fortalecer su rol de regulador y fiscalizador, pero no estoy tan seguro que haya que potenciar tanto el de administrador. Es para discutirlo. Me queda una sola duda: ¿se calienta la leche primero y después se agrega el puré, o se echa el puré en polvo y luego la leche? No es tan fácil como parece...

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  2. Hola Matias:

    Los felicito por esta iniciativa!

    Creo que es muy valioso ejercicio de investigación, análisis y propuestas el que están desarrollando, para entender, desde múltiples ópticas y referencias, la muchas veces incomprensible realidad nacional.

    Me parece fundamental desenmascarar el falso desarrollo basado en las apariencias de las cifras que arrojan los buenos resultados económicos.

    Un abrazo!

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